Recordar es un acto tan
maravilloso, que da angustia, algunos detalles se escapan, se fusionan nombres
con lugares y se llega a tener certeza de cosas que no pasaron. Sin embargo
esto que escribo a continuación es un cumulo de recuerdos, de lo que para mí es
Armando Chalbaud.
Corría el año de 1994,
ya tenía unos meses (desde el septiembre del `93) aprendiendo el arte del
teatro de títeres, se avecinaba el tan ansiado Día del niño, que en Venezuela
se celebra el tercer domingo del mes de julio; este año fue particular ya que
ese día, no había niños en la calle, todo el mundo estaba en sus casas, eso me
encantó ya que la calle era de mi hermana menor, mi madre y yo. Ese día salimos
de casa pues se nos había invitado (para celebrar) a ver títeres en el Complejo
cultural José María Vargas, en la cede de lo que para mí desde hace unos meses
antes se convertiría en mi casa por 9 años, llegamos tempranísimo, pues la
puntualidad es ley con mi mamá. Llegamos una hora antes y nos encontramos con
la madre de una de mis compañeras en el taller para niños, como era temprano
decidimos caminar, pero muy pendientes de la llegada de otros niños y otros
representantes; al final sólo éramos tres niños y unos cuantos adultos (la
final de la copa mundial de futbol se disputaba ese día), se decidió hacer la
función, primer estaban nuestros maestros del taller, haciendo “El bandido dinamita” y “Comino en el país de
los holgazanes”, terminaron su función y hubo una pausa, un cambio de teatrino,
una expectación, alguien dijo: Ahora viene Armando. Yo no sabía quién era, de
repente un viejito salió de la boca del teatrino, dijo llamarse Javier y con
una voz carrasposa presento una de las obras más divertidas para mí, recuerdo
sobre todo el diablo, un diablo que no obedecía a ninguna ley de las que nos
habían dicho en el taller, de como debía caminar los títeres, era malo, pero su
maldad más allá de crearme rechazo, me hacía emocionarme sobre el cómo se podía
hacer para que un “muñequito” se moviera de ese modo.
La obra terminó, salió
detrás del escenario un joven, que me parecía altísimo, nos saludó y luego
recuerdo que estuve toda la tarde contándole a mi papá como se movía le diablo,
he hice uno con plastilina, que no sobrevivió más de tres meses.
Así fue como conocí a mi
hermano mayor, Armando Chalbaud, unos meses después nos volvimos a encontrar
esta vez quiso compartir con los asistentes al taller una entrevista muy
particular, y nos dio el rol de reporteros, cada quien le haría una pregunta al
invitado en su programa. El invitado era maese Javier Villafañe, estaba
nervioso, primera vez que estaba frente a una cámara de televisión y aunque no
comprendía bien quien era ese tal Villafañe y porque parecía un santa Claus con
un acento particular, le pregunte algo que aún recuerdo: ¿todavía tiene su
primer títere? (yo tenía el mío en la mano). Villafañe me respondió: que no que
había pasado por la maldición del agua y el fuego, yo eso no lo entendí en el
momento, pero le juré a mi títere que no dejaría que le pasara nada malo (y
veinte años después aún está conmigo).
Luego de eso recuerdo
que Armando siempre llegaba, se tejían historias sobre él entre los niños que
lo conocimos, alguna vez escuchamos que él había llegado a Bolivia, que estaba
en Curaçao, en lo Roques, siempre llegaba y
lo podíamos ver, yo siempre que lo veía en la oficina, buscaba luego en
el estacionamiento ver su carro (un Volkswagen combi tipo casa rodante), me
imaginaba como viajaba por la nieve y el calor en ese carro como el de
Scooby-Doo. Quizás me imagine viajando con él o quizás no, de esto no tengo
certeza.
Armando siempre me dijo
que él nos dio un taller de manipulación, eso no lo recuerdo, de verdad que me
he puesto a indagar en mis recuerdos de esa época mágica en la Fundación Telba
Carantoña y no lo consigo, sin embargo él así lo decía y yo le creo, después
vino esa época rara, en que yo con 14 años y quería hacer muchas cosas, y muchas cosas se hicieron. Un día Armando llegó,
no recuerdo cuanto tiempo había pasado, desde su última visita y me dijo: ¿José
que estás haciendo? Yo le dije: nada, en ese momento creo que no estaba
haciendo nada y me dijo: Necesito que pinten mi teatrino y te doy una platica.
Acepte sin pensar en que me estaba metiendo (realmente no sabía cómo era su
teatrino, lo había visto siempre armado y no sabía a qué me enfrentaría). Unos
minutos después apareció con dos maletas de madera, que parecían de viaje o de
espía, y entre los dos la abrimos, me explico que y como debía pintarlo, luego
se fue dejándome ese tesoro bajo mi responsabilidad. Me dijo que le pusiera una
capa, yo le puse tres, me dijo que le echara un poco de aceite a las bisagras,
yo le puse mucho y me aseguré que estuvieran muy bien, me dijo que lo cuidara y
no me canse de cuidar y cuidar ese teatrino, esa semana que estuvo a mi cargo.
Luego me toco irme a
Maracay, a trabajar con Telba y sobre todo con él. Él fue mi jefe en una venta
de pinchos que se montaba cada noche al lado de la casa, allí estuve 7 meses
trabajando todos los días con él, de noche vendíamos pinchos y de día el
trataba de enseñarle cosas a un adolescente (tengo que admitir que en esa época
era muy rebelde y quise revelarme ante él siendo pasivo, estaba como turista en
mi propia vida), él se dio cuenta de mi actitud y después de un gran sermón,
dado en esa Volkswagen en recorrido por Maracay, me dejó claro que debía
cambiar o irme. Yo tome la decisión de irme, el cambio se operó luego, después
que entré en una gran depresión (eso él creo que nunca lo supo) y a mi entrada
a la universidad, decidí hacer las cosas de otra manera, comencé a participar
más activamente en mis cosas. Creo que él se dio cuenta de ello, comenzamos a
escribirnos más, el después se fue a Colombia y a través de un grupo que formo
por MSN teníamos noticias de su trabajo, de la integración que quería hacer, de
este gremio, aunque sólo fuera para saber unos de los otros, y sentí de nuevo
su apoyo al saber mis planes y de mi trabajo. (Aunque en retrospectiva nunca
deje de sentir ese apoyo y que él nunca dejo de apoyarme).
Muchas cosas pasaron y
un buen día leí que Armando estaba vendiendo su teatrino, no lo dude le dije yo lo quiero, te lo
compro, dime le precio. El precio era 1.000.000 Bs (o lo que sería ahora 1000
Bs. F.) yo no los tenía, pedí prestado
en el grupo donde trabajaba, y se lo compré, era el primer paso para construir
mi propio grupo, sin embargo Armando hizo algo más; no sólo me vendió un teatrino en excelentes condiciones,
con luces y cortinaje, y con muchos años de trabajo encima (además aun con las
capas de pintura que yo le había echado no sé cuantos años antes), sino que me
presto 6 de sus muñecos para que montara con ellos “Chimpete-champata” y “El gato y los
ratones”, durante un años y medio estuvieron esos títeres conmigo, durante un
años estuve ensayando esa obra con dos compañeros Emmanuel Gunezler y Angélica
Pino, para que ellos la hicieran y yo fungir de director solamente. Esos
títeres regresaron con Armando al cumplirse ese tiempo sin hacer ni una sola
función con nosotros, pero ayudándonos a trabajar en lo que fue luego “Los
cuentos de maese Pedro” obra que reúne esas dos piezas que armando nos dijo que
podíamos montar y con títeres hechos y manipulados por mí. Armando además nos dio el nombre del grupo. Telba Carantoña
Teatro nació con él y el luego como una niña recién nacida nos la entregó, sin
papeles, ni pasado y nos dijo fórmenla, críenla y hagan que crezca, desde hace
cuatro años casi (en agosto 31 serán cuatro años) este grupo está a nuestro
cargo.
Armando me enseñó lo que
es la constancia, la firmeza, las ganas de vivir y vivir bien, la forma de ser trotamundos
dignamente, la necesidad del ejercicio para mantenernos en funcionamiento, el
desprendimiento y la solidaridad.
Lamento mucho escribir
esto después de que él salió en su gira definitiva, lamento mucho no habérselo
dicho en persona, mirándolo a los ojos, lamento mucho no haber aprendido a
abrazar como él o a ser tan pícaro. Pero si de algo estoy seguro y no lamento
para nada, es de haber encontrado a mi hermano (no de sangre porque mi madre no
me lo pudo dar) pero, si de corazón y de profesión.
En esto se pierden muchos
episodios bonitos junto a él, muchos episodios cómicos que prefiero guardar en
mi memoria como muuuy míos.
Pero acá dejo este
homenaje sencillo a nuestro Quijote, amigo, maestro, hermano: Armando Chalbaud.
José Quevedo